miércoles, 29 de abril de 2009

PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICION ALEMANA DEL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA DE 1883




Desgraciadamente, al pie de este prólogo a la nueva edición del Manifiesto ya sólo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera toda de Europa y América debe más que a hombre alguno, descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la primera hierba. Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto. En cambio, me creo obligado, ahora más que nunca, a consignar aquí, una vez más, para que quede bien patente, la siguiente afirmación:

La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx .

Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto.

Londres, 28 junio 1883.

F. ENGELS.

lunes, 13 de abril de 2009

Pirámide del Sistema Capitalista

Un poema de Alberto Caeiro (poeta inexistente)


El misterio de las cosas, ¿ dónde está?
¿ Dónde está que no aparece
para mostrarnos al menos que es misterio?
El río y el árbol, ¿ saben algo de eso?
¿ Sabré algo de eso yo que no soy más que ellos?
Siempre que miro las cosas y pienso en qué piensan los hombres de las cosas,
me río cual regato en su fresco sonar contra una piedra.

Porque el único sentido oculto de las cosas
es el de no tener ningún sentido oculto.
Más extraño que todo lo que extraña,
que los sueños de todos los poetas
que los pensamientos de todos los filósofos,
es que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y no haya nada que entender en ellas.

He aquí lo que mis sentidos por sí solos aprendieron:
las cosas no tienen significación, sino existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.